En un concurrido mercado municipal en el este de Venezuela, las familias buscan ofertas entre los puestos de verduras, carne, queso y productos básicos, esperando encontrar algo que se ajuste a sus ajustados presupuestos. Algunos compran plátanos, galletas de yuca, harina de maíz o medio cartón de huevos para llevar a casa.
Cruz Brito, una profesora de secundaria, se encuentra al otro lado de la calle, con solo 27 dólares en su cuenta bancaria y una lata de sardinas en casa. A cinco días de recibir su próximo sueldo, su hija mayor necesita material para la universidad. Sin dinero suficiente, Brito espera que una tienda del barrio le venda algunas cosas a crédito.
Después de once años de crisis en Venezuela, la escasez de alimentos ha disminuido, pero con salarios mensuales inferiores a 200 dólares, conseguir lo esencial sigue siendo una lucha. Muchos venezolanos tienen varios empleos, montan pequeños negocios, intercambian servicios y hasta apuestan para reunir dinero. Sin embargo, cada decisión requiere una cuidadosa planificación y ajustes constantes.
Estas dificultades económicas han dejado al partido gobernante en una posición vulnerable de cara a las próximas elecciones presidenciales. Brito, desesperanzada por momentos, reza por un cambio de presidente que ponga fin a su angustia.
A pesar de algunos signos de crecimiento económico tras la pandemia, los salarios y prestaciones no se han recuperado. El salario mínimo de los empleados públicos se mantiene en 130 bolívares, equivalentes a 3,50 dólares actualmente, junto con un bono alimentario mensual de 40 dólares y 90 dólares adicionales para quienes están inscritos en el sistema de prestaciones del gobierno.
Con 20 años de experiencia como profesora, Brito gana 143 dólares al mes, recibiendo pequeñas cantidades en distintas fechas del mes. Para complementar su ingreso, juega en una aplicación de casino, hace traducciones, organiza rifas y vende helados en las calles.
Los trabajadores del sector privado están ligeramente mejor, ganando un promedio de 231 dólares al mes. Sin embargo, el 80% de la población vive en la pobreza, enfrentando altos costos de vida y bajos salarios.
Israel Gimon, de 66 años, vendió uno de sus dos autos debido a la crisis. Con su pensión y algunos trabajos adicionales, apenas gana 50 dólares al mes, vendiendo hielo y reparando electrodomésticos. A pesar de las dificultades, se apoya en su familia y busca maneras de cubrir sus necesidades básicas.
El descontento generalizado y la esperanza de un cambio motivan a muchos a apoyar a la oposición en las elecciones, esperando mejoras en salarios y condiciones de vida. Sin embargo, la realidad de la crisis económica sigue siendo un desafío diario para la mayoría de los venezolanos.
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