En un giro controvertido a las tendencias laborales en Europa, Grecia ha implementado una nueva legislación que permite jornadas laborales de hasta seis días y 48 horas semanales. Esta medida, conocida como “Ley Georgiadis”, se aprobó a pesar de la oposición sindical y las críticas de expertos que señalan que el resto de Europa se dirige hacia la reducción de la jornada laboral para aumentar la productividad y mejorar la calidad de vida de los trabajadores.
La normativa permite que, bajo ciertas condiciones de aumento en la demanda, las empresas puedan requerir que los empleados trabajen hasta 13 horas al día durante seis días a la semana. Esta flexibilidad ha sido defendida por el gobierno como una respuesta necesaria a la escasez de mano de obra cualificada y como una oportunidad para mejorar las condiciones salariales, ofreciendo un incremento significativo por el trabajo en el sexto día.
Sin embargo, los sindicatos y algunos expertos temen que la “excepcionalidad” permitida por la ley se convierta en una práctica habitual, llevando a una sobrecarga laboral y poniendo en riesgo la salud y el bienestar de los trabajadores. Además, cuestionan la eficacia de esta medida para enfrentar problemas estructurales como las jornadas no declaradas y la baja productividad, argumentando que mejoras en la tecnología y en los procesos laborales serían soluciones más efectivas.
El debate en torno a esta legislación refleja una división más amplia sobre el futuro del trabajo en Grecia y en Europa, donde muchos países están experimentando con semanas laborales más cortas como estrategia para aumentar la productividad y mejorar el equilibrio entre la vida laboral y personal.
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